La sierra no es solo un lugar para vivir, también para mirar o recoger frutos. Desde niño viví en los confines de ella: sus perfiles, la luz de la mañana o el ocaso fulgurante, contaminaron mi mirada. Desde entonces tengo la sensación de haber intentado recoger el fragmento de luz y su color, el movimiento de las sombras o el capricho de la forma: plantas, rocas, el bosque, el agua, algún remanso, y, siempre las aspereza de sentir que algo se me escapa entre los dedos. Al fin y al cabo la memoria del intento es lo que queda.
Ahora, eliminar lo accesorio. Sólo un bolígrafo negro sobre papel, y querer: el tiempo transcurre bajo el sol o una bombilla y mientras la vaguada del acebuche se dibuja, perder la memoria. Dejar que el trazo dibuje esparragueras, palmitos y arroyos. Cuando menos lo esperas algo o alguien pasa a tu lado. Quieto, lo miras o adivinas qué es; muchas veces crees estar cerca y estás perdido, otras, es el murmullo de los cazadores que oyes con la nitidez de la distancia cercana.
Desde los márgenes de la campiña la sierra es cambio de color, más oscuro, con caminos y entradas a otra naturaleza. Primero se pierden las referencias: lo llano se convierte en laberinto, cualquier espacio es ocupado y todo se viste de vegetal. Las distancias son falsas, un bosquete es un muro y todo está lleno: el paraíso del naturalista.
Quizás este sea el cambio. La persona se intriga por lo que ve y encuentra. Intenta aprender y orientarse, ya que el inicio es perderse. Para todo sirve el sol: para saber por dónde se va y seguir la senda, autopista entre arbustos y árboles. Estar dentro, carecer de perspectiva. La mirada se dirige a lo cercano, a veces maravilla.
Sierra, espacio antiguo, resto de la civilización que al principio construía con lajas y piedras una ciudad. En ese sitio vive ahora la encina, que cada año regala nuevos brotes o alimenta jabatos y niños, según sea de noche o de día. Volver al principio, aprender de nuevo.
No es raro encontrar creadores que como en el caso de FRANCISCO ALISEDA sean artistas multidisciplinares, aunque en ese otro tipo de actividades sean menos conocidos entre los que forman el grupo de lo poético visual al que también, como es sabido pertenece. Ese es el caso de FRANCISCO ALISEDA. Artista plástico, editor, experimentalista de sonidos vocales, dinamizador cultural, poeta visual… Con un amplísimo currículum de exposiciones en distintos sitios de España que ha sido incrementado en Andalucía desde que hace ya siete años se afincase en la provincia de Huelva. Asistimos el pasado día uno a la inauguración de una importante colección de dibujos en blanco y negro, hechos a bolígrafo, con la que comprobamos su maestría en el manejo de este simple instrumento de uso cotidiano, con el cual ALISEDA es capaz de hacer auténtico arte de una calidad indiscutible. Líneas, luces y sombras se rinden ante su dominio y aparecen transformadas en árboles con troncos y hojas, matorrales, maleza enmarañada, aire… Todo un espectáculo sobre la naturaleza de Huelva a la que él ha salido a trabajar buscando las horas precisas con esa meticulosidad que le caracteriza y que le hace ser un perfeccionista. Una muestra de ejercicios de paciencia en la ejecución, conocimiento y dominio de la técnica, maestría en los resultados… Conocíamos su obra pictórica de gran formato llena de colorido y por eso nos ha llamado la atención la que ahora nos ocupa, en la que el blanco y el negro todo lo dominan, los tamaños se reducen y que nos da la razón en el planteamiento sobre la necesidad de renovarse en las propuestas que continuamente demandamos a los-as artistas. FRANCISCO ALISEDA lo ha hecho y ello nos congratula. Con él estuvimos un buen rato el día de la inauguración y por eso, desde el gusto personal por su obra en general por un lado y desde la amistad que nos une por otro, desde aquí le deseamos mucha suerte y total reconocimiento.
Manuel Calvarro Sánchez Colaborador en Huelva para el BOEK861 Huelva 2-5-1012
La sierra no es solo un lugar para vivir, también para mirar o recoger frutos. Desde niño viví en los confines de ella: sus perfiles, la luz de la mañana o el ocaso fulgurante, contaminaron mi mirada. Desde entonces tengo la sensación de haber intentado recoger el fragmento de luz y su color, el movimiento de las sombras o el capricho de la forma: plantas, rocas, el bosque, el agua, algún remanso, y, siempre las aspereza de sentir que algo se me escapa entre los dedos. Al fin y al cabo la memoria del intento es lo que queda.
ResponderEliminarAhora, eliminar lo accesorio. Sólo un bolígrafo negro sobre papel, y querer: el tiempo transcurre bajo el sol o una bombilla y mientras la vaguada del acebuche se dibuja, perder la memoria. Dejar que el trazo dibuje esparragueras, palmitos y arroyos. Cuando menos lo esperas algo o alguien pasa a tu lado. Quieto, lo miras o adivinas qué es; muchas veces crees estar cerca y estás perdido, otras, es el murmullo de los cazadores que oyes con la nitidez de la distancia cercana.
Desde los márgenes de la campiña la sierra es cambio de color, más oscuro, con caminos y entradas a otra naturaleza. Primero se pierden las referencias: lo llano se convierte en laberinto, cualquier espacio es ocupado y todo se viste de vegetal. Las distancias son falsas, un bosquete es un muro y todo está lleno: el paraíso del naturalista.
Quizás este sea el cambio. La persona se intriga por lo que ve y encuentra. Intenta aprender y orientarse, ya que el inicio es perderse. Para todo sirve el sol: para saber por dónde se va y seguir la senda, autopista entre arbustos y árboles. Estar dentro, carecer de perspectiva. La mirada se dirige a lo cercano, a veces maravilla.
Sierra, espacio antiguo, resto de la civilización que al principio construía con lajas y piedras una ciudad. En ese sitio vive ahora la encina, que cada año regala nuevos brotes o alimenta jabatos y niños, según sea de noche o de día. Volver al principio, aprender de nuevo.
Francisco Aliseda
Escacena del Campo, 2012
No es raro encontrar creadores que como en el caso de FRANCISCO ALISEDA sean artistas multidisciplinares, aunque en ese otro tipo de actividades sean menos conocidos entre los que forman el grupo de lo poético visual al que también, como es sabido pertenece.
ResponderEliminarEse es el caso de FRANCISCO ALISEDA. Artista plástico, editor, experimentalista de sonidos vocales, dinamizador cultural, poeta visual… Con un amplísimo currículum de exposiciones en distintos sitios de España que ha sido incrementado en Andalucía desde que hace ya siete años se afincase en la provincia de Huelva.
Asistimos el pasado día uno a la inauguración de una importante colección de dibujos en blanco y negro, hechos a bolígrafo, con la que comprobamos su maestría en el manejo de este simple instrumento de uso cotidiano, con el cual ALISEDA es capaz de hacer auténtico arte de una calidad indiscutible.
Líneas, luces y sombras se rinden ante su dominio y aparecen transformadas en árboles con troncos y hojas, matorrales, maleza enmarañada, aire… Todo un espectáculo sobre la naturaleza de Huelva a la que él ha salido a trabajar buscando las horas precisas con esa meticulosidad que le caracteriza y que le hace ser un perfeccionista. Una muestra de ejercicios de paciencia en la ejecución, conocimiento y dominio de la técnica, maestría en los resultados…
Conocíamos su obra pictórica de gran formato llena de colorido y por eso nos ha llamado la atención la que ahora nos ocupa, en la que el blanco y el negro todo lo dominan, los tamaños se reducen y que nos da la razón en el planteamiento sobre la necesidad de renovarse en las propuestas que continuamente demandamos a los-as artistas. FRANCISCO ALISEDA lo ha hecho y ello nos congratula.
Con él estuvimos un buen rato el día de la inauguración y por eso, desde el gusto personal por su obra en general por un lado y desde la amistad que nos une por otro, desde aquí le deseamos mucha suerte y total reconocimiento.
Manuel Calvarro Sánchez
Colaborador en Huelva para el BOEK861
Huelva 2-5-1012